viernes, 30 de agosto de 2013

La casa sin nombre

Les comparto un cuento corto...



Cuando yo era pequeña recuerdo que mi abuela me solía contar historias sobre aquella mansión siniestra de “la casa sin nombre” como ella la llamaba... aquella casa, decía, donde muchos han vivido...pero aquellos que lograron escapar, jamás la olvidarían...!

En un tono de voz pausado, como remembrando aquellos momentos en la distancia, empieza diciendo:

Las viejas paredes contaban lo indecible, las escaleras mohosas aún gemían por los rastros del pasado y los pálidos dinteles de la estancia escondían una presencia que deambulada en la mansión como una sombra, que en su locura, parecía arañar las paredes solitarias, como dejando huella de su temible existencia...

“Al caer la noche (continúa narrando mi abuela) un pequeño niño corre por los pasillos de esa casa y lleva puesta una máscara rajada como de un viejo arlequín de sonrisa siniestra”… mientras parecía buscar con la mirada las huellas fantasmales de su historia.

Su nombre era Sam y desapareció misteriosamente una noche llena de tinieblas, una lluviosa tarde de invierno mientras la noche se colaba en los pasillos de aquella mansión habitada debajo de la luna.

Su familia lo buscó incansablemente en todos los rincones y recodos del valle hasta llegar a la casa, donde desde lejos parecía verse su figura en la ventana del ático -pero nadie pudo encontrarlo jamás.

Sin embargo, todas las noches se puede escuchar a lo lejos el llanto incansable del niño… y hasta a veces se escucha la risa siniestra de aquel arlequín herido que esconde su rostro bajo una máscara rajada por el tiempo.

Yo aún era una niña cuando mi abuela me contaba aquella historia que quedó grabada en la memoria lejana de mi infancia… 

Pero según cuenta la leyenda, hace muchos, pero muchos años, un grupo de gitanos nómadas que hacían malabares con disfraces, fueron violentamente masacrados mientras dormían y todas sus máscaras fueron marcadas con un afilado cuchillo como queriendo destajar su doble rostro

Y todo esto sucedió en los jardines olvidados de aquella mansión, la cual fue abandonada por sus dueños debido a la tragedia que se nutre entre las paredes carcomidas de silencios y las ramas azotadas por el viento, que a veces, aún dejan ver ese color ocre del recuerdo de su duelo.

La noche fue muy larga…totalmente en vela… más no silenciosa…(continuaba narrando mi abuela)…porque hasta el reloj contaba las horas con dolorosa agonía...y las ramas se estrellaban como péndulos hambrientos por las ranuras abiertas e incrustadas en los rotos ventanales de la casa, que aún ahora…repite su nombre…esperando que un nuevo huésped busque su osamenta!

Eileen

No hay comentarios:

Publicar un comentario