sábado, 12 de abril de 2014

A la caída de los ocasos



Pasaron los ocasos 
sobre nuestras cabezas,
y llegó el invierno tan fiero,
que empezamos a morir de frío
tantas veces como nos abrazamos,
en las falsas cavidades de tus brazos
donde no eras mío

pero ante el decreto escrito
los residuos se van ventilando,
y mi estancia, ahora invadida…
tomará su lugar en la esperanza
de abrir de nuevo su ventana
ante una nueva brisa
que llegue a refrescar mi rostro
y otra vez sonría.

Por eso
…me despido a sorbos…
mientras te voy soltando,
como una hoja marchita
que se lleva el viento!

Eileen

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