
Ay de la demencia del silencio . . .
y ese tintero que se riega sobre un papiro blanco, herido de recuerdos
donde los péndulos se adhieren sin sentido a las horas que han partido,
más allá del viento y donde el tiempo, no tiene destino
Por eso, los jilgueros cantan en aquellos caminos empolvados,
donde el paso del errante gime la ciudad que va dejando a su costado...
porque así es la vida, como un puñado de espacios apretados
entre el hombre y la inconsciencia, entre el eco de los versos
y la vana dualidad del forastero cuando avanza!
Eileen
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